sábado, 10 de mayo de 2008

¡Salvemos a los pingüinos gays!



La Asociación Americana de Bibliotecas (American Library Association, ALA) publicaba el 7 de mayo su lista de los “10 Most Challenged Books of 2007”, algo así como los 10 libros más cuestionados de 2007. Por segundo año consecutivo, el cuento para niños And Tango Makes Three, de Justin Richardson y Peter Parnell, ilustrado por Henry Cole y editado en España por RBA (Tres con Tango, 2006), conseguía el honor del ser el libro con más intentos de censura en todo el año en Estados Unidos.


Esta historia de dos pingüinos machos que se convierten en padres de un huevo “huérfano”, basada en una historia real de dos pingüinos gays del Zoo de Central Park, Nueva York, ha vuelto a desatar las iras de cientos de familias al otro lado del Atlántico. Los papás y mamás se escandalizan con la posibilidad de que sus pequeños y puros retoños puedan leer que también hay maricones en el reino animal, y encima se les permite adoptar. Hay que evitar el contagio racional de sus niños, no vaya a ser que luego crezcan tolerantes y les de absolutamente igual la orientación sexual del prójimo.


La citada lista no la edita ninguna institución desconocida ni de intereses ocultos. La American Library Association (ALA), que también organiza la Semana contra la prohibición de los libros, es la asociación de bibliotecas más grande y más antigua del mundo, y cuenta con más de 65.000 miembros. Su misión es promover la mayor calidad en las bibliotecas y en sus servicios de información, así como el acceso público a la misma. “El libre acceso a la información es un valor americano fundamental que debería estar siempre protegido”, asegura Judith F. Krug, director de la Oficina para la Libertad Intelectual (Office for Intellectual Freedom), el departamento de la ALA que publica la lista negra desde hace 15 años. “No todos los libros son adecuados para cada lector, pero una interpretación individual de un libro no puede arrebatarme el derecho de seleccionar textos o material de lectura para mí o para mí familia”, añade Krug.


Desde hace 15 años, la ALA recibe informes de libros cuestionados o, en inglés, challenges. Cada “challenge” se define como una denuncia formal y escrita, que haya sido archivada en una biblioteca o escuela, pidiendo que el material “cuestionado” sea retirado por razones de su contenido o conveniencia. Las bibliotecas públicas, los colegios y las bibliotecas de estos colegios, a raíz de peticiones de las familias, son quienes remiten estas quejas. En 2007, la Oficina para la Libertad Intelectual (OIF) recibió 420 informes o esfuerzos por desterrar determinados textos de los planes de estudio de una escuela o de las estanterías de una biblioteca. Algunas de las otras peligrosas y lascivas obras que este año han alcanzado el top-ten son: La brújula de oro, de Philip Pullman –se dice que promueve el ateísmo…-, Olive’s Ocean, de Kevin Henkes, o la recurrente saga Harry Potter –ya en 2001, un iluminado de EEUU decidió armar una fogata con libros del mago de Rowling-, acusada de apostar por la brujería y fomentar el uso de la mentira en los niños.



El ataque al pensamiento


Un rasgo común de toda dictadura es la represión al pensamiento diferente y, por ende, la institucionalización de la censura. En su fabuloso relato distópico Farenheit 451 -que luego llevaría al cine con maestría François Truffaut-, Ray Bradbury dibujaba un futuro donde los libros eran quemados por las autoridades y un pequeño grupo de resistentes mantenía la llama de la Humanidad, aprendiéndose de memoria los textos. Un hombre, un libro, era la hermoso enseñanza.

Ya tres décadas antes de la publicación de la novela, el nazismo dio pruebas al mundo de la
abominación que se avecinaba con su quema de libros en la plaza frente a la Universidad de Humboldt, de Berlín. En una de las “ventanas” de la plaza por las que, mirando hacia abajo, se ve el emotivo monumento subterráneo, una biblioteca de estantes vacíos que podría albergar los 30.000 libros que esa noche del 10 de mayo de 1933 devoraron las llamas, se lee Dónde se queman libros, allí terminarán quemando seres humanos", del poeta romántico alemán Heinrich Heine. Y lo cierto es que los nazis acabaron quemando seres humanos diez años después en sus campos de exterminio.


El libro simboliza la mayor expresión de diferenciación de nuestra especie, la representación en palabras del intelecto, de la capacidad de pensar en lo abstracto, de ir más allá de la ley del más fuerte de la selva. Se dice que la imprenta fue el gran invento del hombre por aquello de que democratizó el acceso a la información, a la cultura, al conocimiento, hasta entonces en manos de una reducida camarilla en monasterios y castillos, que conocía muy bien que el saber es poder. Para quienes –tristemente, demasiados- creen que dos tipos, dos tipas o dos lagartos no se lo pueden montar entre ellos, sigue siendo muy conveniente predicar el rap de las grandes religiones monoteístas: la homosexualidad es antinatural y Dios la castiga.

Entrar en una discusión sobre los endebles cimientos que sostienen esta afirmación no vale la pena. Basta echar un vistazo a la historia para saber que la homosexualidad es tan antigua como el hombre, y que sólo con la llegada del cristianismo comenzó a transformarse en anatema. Pero para lo que no están preparados los guardianes de la moral es para asistir a una pequeña revolución arco iris en el reino animal. Joder, ya es bastante que, de evz encuando, algún cura salga del armario, pero dos pingüinos es demasiado… Y es que, si dos pingüinos muy machos frotan sus piquitos, lo de ser gay no debe de ser tan antinatural y abominable como predican. Por eso And Tango makes three ha sido el libro más perseguido (¡también en la liberal Boston!), y no sólo en Estados Unidos: el pasado febrero, el condado inglés de Loudoun también mandaba retirarlo de las bibliotecas en las escuelas primarias.

Como señalaba David Weintraub, director de Equality Loudoun, una organización que vigila los derechos de los homosexuales, "el libro trata de la felicidad de ser parte de una familia. Estos pingüinos se aman mutuamente y se preocupan el uno y el otro". El relato, que simplemente habla de que el amor también se puede encontrar en una familia no tradicional, nace de la historia que ocupó páginas de periódico en todo el mundo en 2004, cuando se dio a conocer las andanzas de dos pingüinos barbijos machos llamados Roy y Silo, que eran pareja de hecho en el zoo neoyorkino de Central Park. Los pingüinos barbijo son los que tienen una delicada línea de plumas negras por debajo del pico, como si fuera un collar, muy habituales en la Antártida.

Pues bien, los cuidadores del zoo veían a diario cómo Roy y Silo trataban una y otra vez de abrir una roca que se asemejaba a un huevo. Así que, al darse cuenta de que eran pingünos machos, los cuidadores tomaron prestado el segundo huevo de una pareja hetero de al lado, que era incapaz de abrir el citado huevo. Roy y Silo sí que consiguieron abrirlo, y la bebé Tango se unió a su feliz familia. Durante dos años y medio, calentaron y alimentaron al pequeño, que hubiera sido incapaz de sobrevivir sin el cuidado amoroso de sus dos papás.


Silo vuelve a entrar en el armario


Eso sí, después de seis años de relación, en septiembre de 2006, Silo abandonaba a Roy y hacia el camino inverso hacia dentro del armario, reconvirtiéndose en heterosexual. Una sexy ejemplar llegada del Sea World de San Diego le hizo cambiar de acera, construir un nido compartido junto a la piscina y dejar a Roy a dos velas. Afortunadamente, en el zoo de Central Park existe una pequeña Chueca en la colonia pingüina que alberga otras cuatro parejas homosexuales, con lo que desde hace dos años Roy se consuela con su nuevo novio Tazuni. Una libertad sexual que podrían aprender los cuidadores del zoo de Bremen, que ha estado importando hembras de Suecia –tienen fama de ser las más guapas…- para cambiar la tendencia homosexual de sus pingüinos (tres de los cinco que tienen lo son). A pesar de los intentos, las pingüinas Humboldt suecas tampoco consiguieron nada, las parejas homosexuals no se puedieron romper y el zoo desistió de seguir con su idea.

Si la deliciosa El viaje del emperador fue alabada por muchos grupos conservadores cristianos como ejemplo de valores de familia, Roy y Silo habían sido tomados como iconos del movimiento gay. Un artículo del The New York Times abordaba el caso de estos pingüinos y aportaba interesantes datos acerca de la homosexualidad en el reino animal, con jugosas opiniones de diversos biólogos.

Después de hacer un repaso por algunos casos –un libro del artículo cita 450 especies
documentadas con animales gay: chimpancés, delfines, gaviotas...-, Marlene Zuk, una profesora de biología y autora de Sexual Selections: What We Can and Can't Learn About Sex From Animals (University of California Press, 2002), daba la visión general de la comunidad científica: "Los estudios muestran que la sexualidad es mucho más diversa de lo que la gente piensa. Muchos tienen la idea de un reino animal recto y en una sóla vía, al viejo estilo católico romano. Que sólo tienen sexo para procrear“. Aludiendo a los monos Bonobo, considerados los más cercanos al hombre, Zug añadía: "Hay expresiones de sexualidad ajenas al periodo fértil de la hembra, y estamos empezando a ver que el sexo no está necesariamente ligado a la reproducción".

Así que si hasta los chinpancés Bonobo echan canitas al aire y copulan con los de su mismo género, ¿hasta cuando seguirán defendiendo los adalides de la moral la antinaturalidad de la homosexualidad? ¿En qué momento permitirán a la gente vivir en paz y acostarse con quién le de la gana? Y, como no, ¿por qué diablos no dejarán de meterse con los libros "diferentes"? Make love not war ¡y vivan Roy y Silo! Sean heteros o gays...

Los libros más cuestionados desde 2000, según la lista de la American Library Association

Los libros con más intentos de censura del siglo XX, según la American Library Associaton

martes, 6 de mayo de 2008

China, el nuevo coco de Occidente


La lectura de los últimos números de dos de los medios más prestigiosos del panorama internacional, Time y The Economist, nos ha dejado un par de mensajes no demasiado encriptados en la botella: Occidente mira al resto del mundo con ojos muy blancos y hablando inglés, y China es mala, muuuuuuy mala... tiene más peligro que una piraña en un bidé.

El IV poder impreso atraviesa una crisis de variable intensidad desde la transformación de los hábitos sociales de los ciudadanos a raíz del empuje de las nuevas tecnologías, con Internet al mando de la revolución. Bajadas en el número de ejemplares vendidos, pérdida imparable de condiciones laborales de los periodistas, despidos -The New York Times recorta personal- y primacía de los intereses empresariales sobre los deontológicos (la toma de Rupert Murdoch del venerable Wall Street Journal es buen ejemplo de ello). Sin embargo, y hasta que la información on line diga lo contrario, los periódicos siguen marcando buena parte de la agenda informativa mundial, especialmente los anglosajones.

Un entrañable profesor –muy de derechas- de Redacción Periodística de la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid me inculcó desde las primeras cervezas en la universidad la imperiosa necesidad de leer, ver y escuchar diferentes voces y tendencias. Extender la oreja para oír siempre lo mismo que uno piensa es el camino más rápido para entrar en el clan de los Homo Dogmaticus. Así que, siempre que el bolsillo lo permite, es obligada la visita al quiosco en busca de las últimas novedades. Como uno tiene especial predilección por el papel impreso –ummm, leer, ensuciarse las manos, arrugar las páginas, doblar un ejemplar en el bolsillo, blandirlo en una noche de copas para rematar una frase…-, el pasado fin de semana, vuelo de placer a la mágica Praga de por medio, compré los últimos números de las revistas Time y The Economist, biblias respectivas del periodismo estadounidense y británico.

Tras la lectura de ambas ediciones, artículos notables y descubrimientos sabrosos de por medio, una melodía sonaba de fondo con inequívoca exactitud: a pesar de la manida globalización, la visión caucásica, anglosajona y liberal del mundo sigue siendo el prisma por el que mira la información más poderosa. En su mil veces citada y prestigiosa lista de las 100 personas con mayor influencia en el planeta Tierra, Time apuesta por más de setenta personajes anglosajones, casi el 90 por ciento estadounidenses, con elecciones tan curiosas como las de los cómicos Chris Rock (supongo que por subir la cuota de afroamericanos), Judd Apatow (The Larry Sanders show) o Lorne Michaels (Saturday Night Live), todos ellos brillantes pero bastante desconocidos fuera de Estados Unidos.

El top-100 incluye a artistas que se crecen en el quirófano como Mariah Carey (¿¿ein???), Robert Downey Jr o el médico televisivo Mehmet Oz (conocidísimo Hipócrates del siglo XXI…). Lance Armstrong y Andre Agassi son algunos de los deportistas nombrados. Por supuesto, también hay espacio para la dupla Brangelina y George Clooney, trío abanderado de lo cool y las buenas causas, así como la sempiterna Oprah Winfrey, una empresa en sí misma más que una persona. Y, ta chán, ta chán, el indómito George W. Bush, imagen de cabecera de este blog, cuya amorosa alma desnuda el sin par Berlusconi. “Recuerdo como me hablaba de dejar a nuestro hijos una paz duradera…”; “Bush será recordado como el Comandante en Jefe”; “La historia le recordará como un líder de ideales, valentía y sinceridad”… son algunos de los lacrimógenos recuerdos de Súper Silvio en la Hora Cero. De verdad merece la pena leer y releer la pieza periodística, frotarse los ojos mientras se mastican improperios y cantar a viva voz O Sole Mio al compás de cada boutade del virrey italiano. Una lectura obligatoria que recomiendo se acompañe después del esplendido artículo sobre el capo Silvio que se puede encontrar en el blog amigo La inquieta mirada.

Resumiendo la lista Time… ¿Latinos? Seis (el magnate Carlos Slim, los políticos Evo Morales y Michelle Bachelet, la bloguera cubana Yoani Sánchez y… los deportistas Lorena Ochoa, una jugadora de golf, y el futbolista Kaká.. glups…). ¿Hindús? Tres (uno la Consejera Delegada de Pepsi, mitad gringa, otro la líder Sonia Gandhi, que vive en Italia…). ¿Asiáticos y de Oriente Medio? Una docena (aunque tres son los occidentalizados líderes de Dubai, Qatar y Arabia Saudí y otros dos el terrorista Baitullah Mesud y el casi terrorista Muqtada-Al Sadr). ¿Africanos? Tres (Mo Ibrahim, rey del teléfono móvil en África, Jacob Zuma, el futuro presidente polígamo de Suráfrica y un heroico periodista de Burundi, cuyo perfil traza Christiana Amanpour, a mi gusto, la mejor periodista que tiene la CNN). Las mujeres, afortunadamente, han salido mejor paradas con 22 representantes.

Entonces, ¿qué va antes?, ¿el huevo o la gallina? Es decir, ¿Time monopoliza su lista con el dibujo de las barras y estrellas porque esto es lo que hay o porque perpetua una imagen maniquea del mundo y un anglo centrismo rampante? Las dudas quizá se disipan al recurrir al elegido para abrir a doble página el prolífico reportaje, nada más y nada menos que el Dalai Lama, recuperada estrella mediática tras las protestas en Tibet contra China. La elección de este supuesto pacifista –los tibetanos arramplaron contra todo y contra todos en su reciente oleada de manifestaciones- y su panegírico retrato –escrito por Deepak Chopra, que va por la cincuentena de libros de autoayuda- es evidente que jamás se hubiese producido sin la cercanía de los Juegos Olímpicos en China, y las televisadas protestas callejeras contra el recorrido de la antorcha olímpica.

Junto a la rotunda interpretación del Star Spangled Banner de Time, The Economist también bucea en la piscina anglosajona, aunque tirándose desde otro trampolín. Eso sí, se une a Time en alertar del peligro chino, aunque de una forma menos encubierta. La portada del semanario inglés es tan impactante como sensacionalista: Angry China (China enfadada) rotula la revista sobre la ilustración de un dragón rojo, que asusta al lector con la mirada. The Economist, fundado en 1843 para “tomar partido en la disputa entre la inteligencia, que empuja hacia delante, y la nada valiosa ignorancia que obstruye el progreso”, dedica varias piezas en su interior a alertar del camino que sigue el poder político en el Gigante asiático.

El semanario critica la dictadura (lo de sus amigos de Arabia Saudí debe de ser democracia participativa), la corrupción gubernamental en todas las provincias (cosa que NO existe en Occidente…), el caos medioambiental y la polución que asfixia al país (joder, ahora estos chinos consumen mucho petróleo…) y la forma en la que la cúpula comunista utiliza el nacionalismo para mantenerse en el poder (lo cierto es que Estados Unidos NO hace uso del nacionalismo ni del concepto de nación elegida para llevar la democracia al resto de mortales). Uno de los artículos termina reclamando el derecho del mundo occidental a meterse en los asuntos internos de China porque su estabilidad influye al mundo entero.

Y, como no, reclama que el Gobierno controle las manifestaciones contra los intereses europeos a raíz de los ataques a la antorcha olímpica en su camino por París y Londres: está bien hacer el cafre contra los chinos y apadrinar iniciativas de boicot a sus productos, pero ellos no pueden reunirse en frente de un Carrefour a mentar a la madre de Napoleón. Viva la doble moral anglosajona.

Lee el reportaje de Time con la lista de las 100 personas más influyentes

The Economist
y sus artículos s
obre China del último número